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lunes, 15 de octubre de 2012

Todo momento es educativo

Hace dos años, caprichos del destino, me llamaron para trabajar en una escuela infantil. En aquella época, jamás habría pensado trabajar en la etapa de la infancia. Acepté el trabajo y me sumergí en una experiencia que nunca pensé que me iba a llevar tan lejos.

En este escuela tienen una pedagogía concreta, utilizan la perspectiva de Loris Malaguzzi y Emmi Pikler como bases fundamentales a lo hora de entender a los niños y niñas y cómo filosofía a la hora de comunicarse y contactar. Muy resumidamente, los principios más generales de estas pedagogías es el respeto profundo por estos niños y niñas, el entenderlos como seres con total capacidad y potencial ante la vida.

Mi experiencia personal en esta escuela fue en un principio un tanto confusa. Yo traía aprendida una forma de ver y educar a las niñas y niños donde no empatizaba tanto con sus propias necesidades, donde yo daba por echo ciertas necesidades de ellos sin preguntarme si realmente eso sería lo que necesitan. Aprendí a escucharles, a pararme a observar y ver sus grandes capacidades a la hora de hacer las cosas, de aprender, de comunicarse, de conseguir lo que ellas quieren. Entre otras muchas cosas más, me di cuenta de que todo momento es educativo, tanto en la escuela como fuera de ella.

Al mismo tiempo que trabajaba en la escuela, varias tardes de la semana llevaba a cabo un encuentro de mujeres, donde tratábamos de comprender algo más de nosotras mismas. Tratabamos de dar sentido a nuestros bloqueos, nuestas exigencias, etc. Y gran parte de nuestra dificultad era y es nuestra gran desconexión con nuestro propio self, nuestro verdadero yo, con nuestra necesidades y sensaciones.

Y cuento todo esto, porque para mí tiene un gran sentido. Por que he tenido la suerte de poder conocer dos etapas diferentes de un mismo proceso, el de la vida. porque no hay mejor prevención para la neurosis que una educación de calidad, donde nos toque poner el corazón cada día en estos niños y niñas.

Tal y como se entiende la educación tradicional, los niños y niñas tienen que dejar sus deseos, sus necesidades, preocupaciones, etc. en el cajón de un pupitre, sin importar lo que ellos y ellas quieran aprender ni cómo, sin que haya espacios donde dejar que saquen todo su potencial. Sólo se les exige y lo que se les da viene condicionado por los resultados de nuestras exigencias.

Y con esto quiero invitar a que reflexionemos sobre cómo queremos educar, ya no solo dentro de la escuela, también en el hogar, en las relaciones, en el respeto. El sistema educativo nos pondrá mil trabas para que no se den cambios en las escuelas, pero mientras más reflexionemos, por lo menos, más claro tendremos cómo queremos que nuestros hijos e hijas sean educados.

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